Los distintos aires populares de los territorios de Colombia nos cuentan sobre la cultura y la realidad de los pueblos. En Somos Enlace conversamos sobre música desde el territorio.
Colombia es un país que agrupa una diversidad, a veces difícil de dimensionar, y así mismo existe una grandísima variedad de formas en las que las personas, desde sus comunidades, se expresan y cuentan las vivencias, realidades y enseñanzas que son fundamentales en su reconocimiento como pueblo.
Estas enseñanzas, que muchas veces se transmiten desde la oralidad, pasan a formar parte de la cultura de la comunidad y como tal se enseñan y se comparten en el territorio.
Como un ritual generacional las costumbres, los valores, y también los ritmos de la música popular, se van transmitiendo de diferentes maneras de mayores a jóvenes; y en los jóvenes, niños y niñas permanece el legado cultural vivo y actualizado.
Es precisamente fomentar ese interés y esa comunicación de los ritmos propios entre los más jóvenes, el reto que se trazan educadores musicales desde la ruralidad y más aún en tiempos de pandemia.
¿Cómo fijar la atención de niños, niñas y adolescentes en la música popular y tradicional de los territorios? Es esa una de las preguntas más importantes que nos hemos planteado desde la red nacional de comunicación comunitaria Somos Enlace.
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Acompáñanos a revivir el conversatorio Músicas y cantos de resistencia en la Colombia rural donde respondimos este y otros interrogantes desde la labor de la pedagogía musical en el territorio de la mano del trabajo de los educadores musicales:
La música y el territorio
«La música hace parte de una concepción más humana y espiritual. Se hace desde el alma y para el alma. Hacer música no es solo tocar un instrumento, sino llevar un mensaje de paz, para unir personas en una comunidad». Dice Freddy López Chapuel, director de la Escuela de Música ‘Gran Territorio de Los Pastos’.
El mensaje de Freddy, licenciado de música de la Universidad de Nariño y panelista invitado del conversatorio ‘Músicas y cantos de resistencia en la Colombia rural’, sintetiza esa visión de comunidad en la cual la música es parte importante de la unión, comunicación y del compartir entre personas en el territorio.
“La música viene ya dentro de nosotros, recordándonos, de dónde venimos, qué esencia tenemos», nos recuerda Diana Marcela Polanco, licenciada en música de la Universidad del Cauca y directora de la escuela de música de Inzá, Cauca.
Y es que la música viene a ser ese hilo invisible que se teje entre nosotros y el territorio, ese momento único de comunión en el cual volvemos a las raíces, al sitio de origen, sin importar qué tan lejos estemos del mismo.
En tiempos de pandemia, luego de meses de aislamiento y cuando poco a poco se retoman las actividades de todo tipo en los diferentes lugares de Colombia bajo una ‘nueva normalidad’, es también el momento para reflexionar sobre la conservación de las tradiciones culturales a través de la música y cómo, desde la ruralidad, existen siempre nuevas oportunidades para fomentar espacios que ayuden a que los músicos y gestores culturales puedan continuar con sus procesos.
Los retos de transmitir la música popular
En momentos en los que los niñas, niñas y adolescentes viven en un mar constante de información y datos, es cada vez más difícil contextualizar la información y fomentar el reconocimiento de los elementos propios de nuestras culturas autóctonas.
Paradójicamente, como lo destaca Freddy Chapuel, aunque muchos niños y niñas viven aislados de su entorno, son cada vez más las nuevas tecnologías y los dispositivos los cuales forman un rol ineludible y de gran importancia para acercarles a la música, la cultura y las tradiciones.
Aunque existe el riesgo siempre de que la música autóctona no sea reconocida por los más jovenes que viven más las experiencias globales desde lo digital, que las presenciales en el territorio, existe una oportunidad y un reto que han aceptado pedagógos musicales como Freddy Chapuel y Diana Polanco para crear espacios comunitarios donde las personas puedan aprender ritmos tradicionales y así mismo reconocerse como parte de una comunidad.
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