Gracias a los líderes y lideresas de UNICEF que hacen parte de la red Somos Enlace podemos dar un vistazo a las dificultades educativas en la ruralidad colombiana.
Cada quince días las y los docentes de la I.E. (institución educativa) San Antonio, en la zona rural de Santander de Quilichao (Cauca), se reúnen para preparar las copias de talleres y guías que les entregarán a sus estudiantes de primaria. Cuando tienen todo listo convocan a los padres de familia con megáfono en mano y, aprovechando el voz a voz, comienzan su labor docente.
Por turnos, para evitar aglomeraciones, les entregan el material de estudio y reciben los trabajos de la quincena anterior. Así es como Bibiana Rodriguez, orientadora escolar de la institución, nos explica la dinámica con la que responden a la cuarentena y el cierre de los colegios para prevenir el contagio del CoVid-19.
Aunque la apuesta inicial del gobierno ha sido invitar a la virtualización del colegio, para las regiones que no cuentan con acceso a internet, la realidad es otra. En el caso de la región de Santander de Quilichao, incluso existen hogares que no cuentan con acceso a acueducto o electricidad, señala Bibiana.
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El 96% de los municipios del país no tiene las capacidades para llevar cursos virtuales, según un estudio de la Universidad Javeriana. Ante esto, las instituciones locales han recurrido a metodologías de estudio a distancia en las que el país cuenta con experiencia, como la formación por radio (recordemos a Radio Sutatenza) o dinámicas que se acercan más al estudio por correspondencia del siglo XIX. En la I.E. San Antonio los docentes aprovechan los grupos de Whatsapp para hacer seguimiento con quienes tienen la posibilidad.
Más allá de la conexión
Un desafío más profundo es el apoyo que puede ofrecer la familia para los y las estudiantes. Nathaly Escobar tiene 14 años y vive en el municipio de Fortul, Arauca. Ha podido llevar sus clases virtuales a través de una conexión por datos y entregar sus trabajos por correo electrónico. Pero para hacer sus trabajos no puede contar con el apoyo de sus padres. Su mamá estudió hasta 5° de primaria y su papá hasta 8°, “siempre ha sido así”, nos cuenta.
En su trabajo Bibiana también es consciente de esta realidad y de la angustia que puede traer para las familias manejar esta situación, que se complica en la medida que los y las estudiantes están por culminar su bachillerato. Eso sí, no solo es una situación difícil dentro de los hogares, también las y los profesores tienen grandes cargas mentales:
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Desde La Otra Juventud, con el apoyo de UNICEF, estamos haciendo un apoyo de conectividad para jóvenes, docentes y demás personas que se han vinculado a la red Somos Enlace. Buscamos promover su participación tanto en los talleres que llevamos realizando, como en la visibilización de sus aportes, pues reconocemos las dificultades de conexión en las zonas rurales (aunque es un problema que encontramos igualmente en las zonas urbanas).
Es una realidad que el país necesita atender. La educación es un derecho fundamental que no podemos sacrificar.